Las narrativas como instrumento de la trascendencia espiritual

 

Ricardo Pallares

(Conferencia virtual dicha por ZOOM el 28/05/2020, h. 20:55)

 

                                                     Pero la vida del espíritu no es la que se asusta ante la muerte y se mantiene ajena a la desolación, sino la que sabe afrontarla y mantenerse en ella. El espíritu sólo conquista su verdad cuando es capaz de encontrarse a sí mismo en el absoluto.
                                                     Georg Hegel. Prefacio de Fenomenología del espíritu.

 

        Las narrativas o relatos se presentan por lo común como leyendas, mitos o construcciones culturales. Muchas de las narrativas dan lugar a imaginarios colectivos que pueden ser, por ejemplo, históricos, sociales, religiosos, sobre valores o tradiciones. Estos relatos -que son discursos- construyen realidad porque son simbólicos y porque como los sueños dan curso al mundo de los deseos, de las fantasías y de los miedos.

        Las narrativas generan o construyen realidad en la medida en que son representaciones que interpretan a su modo lo real o lo sustituyen por otra construcción a veces, como se acaba de decir, con carácter simbólico.

        Así por ejemplo en las epopeyas de Homero los héroes y acontecimientos son representaciones del “areté” u honor guerrero y de la sociedad de su tiempo ajustada a ciertos valores y principios peculiares de organización. Esto también se ve con claridad en La Biblia particularmente en el Génesis y en las historias de los Patriarcas hebreos, en especial de Abraham, Salomón, David, etc.

        En el caso de Dante y su Divina Comedia aparece la cosmogonía católico-cristiana y la representación de los tres reinos de ultratumba, así como un gigantesco catálogo de personas y personajes juzgados según su criterio histórico y político. En su tiempo y bastante después se tuvo a su obra por cierta y el autor era señalado en las calles por su piel tostada, según se creía, por el fuego del Infierno.

        En el caso de nuestra literatura podemos pensar por ej. en E. Acevedo Díaz o en Zorrilla de San Martín y sus libros La Leyenda Patria y Tabaré.

        Con el primero de los libros Zorrilla consolidó el origen mítico de la revolución independentista en la Provincia Oriental. En el imaginario colectivo histórico, en la playa de la Agraciada desembarcaron 33 patriotas que en verdad “no eran 33 y tampoco fueron todos orientales”(*) y estaban fundamentalmente al servicio de los intereses de los saladeros bonaerenses. Sin embargo, hoy nadie habla del anverso de esta medalla y el famoso cuadro de Blanes es uno de los símbolos de lo nacional. 

       Tabaré, el protagonista del segundo libro citado, es un mestizo de indígena y de mujer blanca española que testimonia en forma idealizada la hibridación de nativos y conquistadores.

        Las narrativas que conducen a la trascendencia espiritual suelen tener un héroe que es un paradigma para la construcción del sujeto. Ese héroe está por todos nosotros o por todos los integrantes del grupo en el cual actúa. El héroe es el que lidera como en la epopeya homérica o en la de Virgilio, o en Génesis, pero también es el que se aventura, el que se lanza a las pruebas para pasar luego de ser iniciado, a un estado o condición nuevos y mejores.

        Por lo dicho este tipo de héroe está asociado al conocimiento, al mito del viaje, del traslado, de la trasmutación y del cambio interior que debe acompañarse de un cambio en el pensar y en el actuar con el fin de construir el futuro.

        Por tal razón el tema del viaje en las narrativas implica el de un regreso calificado. Ir y venir son un viaje si verdaderamente hay un cambio espiritual o interior en quien se aventura.

        El sujeto que es complejo, contradictorio, que desempaña muchos roles (padre, hijo, profesional, laboral, comunitario, político, como pareja, etc.) también es diverso en sus estados de ánimo. Pero tiene que cambiar en algo moral o emotivo, en los valores, en sus destrezas, en la adquisición de sabiduría, en la posesión de secretos, etc. y tiene que cambiar su modo de pensar y de actuar, al menos en algo, en procura de algo mejor.

        Todo cambio espiritual es en este sentido un ir más allá de sí mismo, es trascender o llegar más allá del punto de partida, es transfigurarse en un sujeto nuevo más calificado que el anterior. Es ir a un cambio de paradigma, en el sentido de Thomas Kuhn en La estructura de las revoluciones científicas (1962).

        En nuestro tiempo estamos en presencia del héroe moderno que ya no depende más de los dioses, sino que es él quien emprende los cambios humanos y sociales.

        Según Joseph Campbell en su libro de 1949 El héroe de las mil caras(**), el ciclo cosmogónico según cada cultura ha de seguir adelante como muerte y resurrección, muerte del sujeto de origen y resurrección como un sujeto transformado. Esto se logra por la influencia de los héroes quienes a su vez hacen posible el destino del mundo.

        En el pasado eran los reyes, sabios y emperadores los que creaban la civilización y los conocimientos fundamentales. Después vino la época de la realización propiamente humana como el dominio de las pasiones, el cultivo de las artes, las instituciones, el Estado, los oficios y los secretos incluidos los mágicos, los de la agricultura, la construcción, etc.

        Dice Campbell que el héroe antiguo hace una regresión a los tiempos de la emanación (creación de los dioses) y de esos tiempos viene a los tiempos actuales para ser el transformador humano mediante el potencial creador suyo y de cada uno.

        Esta sería la trascendencia espiritual de las narrativas o relatos imaginarios sobre las acciones de los héroes ya que logran cambios según su desempeño como guerrero, amante, redentor del mundo, líder, emperador, tirano, adivino, etc. Este accionar del héroe es simbólico y sirve no para imitar sino para que los sujetos actúen libre y conscientemente con el mismo fin.

        Según Campbell el mito de Proteo que se narra en el “Canto IV” de la Odisea de Homero, y en la Geórgica IV de Virgilio simboliza la ardua y multiforme lucha para atrapar la verdad ya que el dios Proteo se metamorfosea al infinito y no revela su sabiduría sino a quien lo inmovilice. También simboliza la lucha interior del hombre moderno.

        Según Carl Jung este mito es un sueño colectivo sintomático de las urgencias o necesidades de tener arquetipos que se experimentan en las profundidades de la psiquis humana. 

        Asimismo, dice que Proteo es la personificación del inconsciente humano.

        José. E. Rodó en el libro Motivos de Proteo de 1909 señaló un numeroso orden de aspectos en los que se puede cambiar y en los que se cambia, como Proteo cambia sus formas porque la vida del espíritu es así: inabarcable, sucesiva. El libro de Rodó es un verdadero plan para el desarrollo de la personalidad y la asunción de la libertad en todo sentido, hoy casi olvidado.

        En las narrativas del imaginario el nombre de Rodó se vincula con dos o tres parábolas suyas (La pampa de granito, Mirando jugar a un niño, etc.) y poca cosa más. Su pensamiento y su prédica de ideas fueron cooptados por las derechas latinoamericanas y hoy nadie lo lee.

        En los dos últimos capítulos del libro citado de Campbell se dice que el héroe moderno es el hombre actual y su universo y que él es la presencia extraña que pretende generar el cambio. Es el hombre entendido no como un “yo” sino como un “tú”, es decir como un sujeto responsable del otro y de lo colectivo. Como un sujeto capaz de superar al ego.

       La existencia humana inagotable y maravillosamente multifacética es, según dice, inabarcable y proteica. Como la verdad que es una búsqueda y una construcción, no un hallazgo concreto y final.

        Dice: “No es la sociedad la que habrá de salvar al héroe creador sino al contrario: el héroe creador, interior, el que hay en cada uno, será el responsable de salvar a la sociedad. Y así cada uno de nosotros comparte la prueba suprema (la de vivir), no en los momentos brillantes de las grandes victorias de su tribu sino en los silencios de su desesperación personal”.

        Lo dijo J. E. Rodó en sus Motivos de Proteo: “reformarse es vivir” y luego en el lema final, “cambiar sin descaracterizarse”(***).

        Podemos recordar que en nuestros viajes si no hay cambio interior y de las acciones no alcanza con ir y volver.

 

 

    (*) Barrios Pintos, Aníbal. Los libertadores de 1825. Montevideo, 1976
  (**) Campbell, Joseph. El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito. FCE, México, 1959
(***) Rodó, José Enrique. Obra completa. T. III. Ministerio de Instrucción Pública. Montevideo, 1952

 

Lunes 22 de Junio de 2020
Ministerio de Educación y Cultura