Los Restos del Cacique Vaimaca Perú, en el Panteón Nacional uruguayo. Foto ICN Diario.

 

Por ICNDiario
3 de noviembre, 2018

 

La historia de una herencia que nunca existió.

El término “garra Charrúa” es ya una marca registrada por los uruguayos en el mundo, principalmente en los deportes, es ese esfuerzo extra que dan los uruguayos cuando parece que están vencidos, que ya no pueden dar más y aparece una fuerza interior que lo lleva a seguir luchando, a seguir adelante y muchas veces conseguir la victoria, supuesta herencia de la indomable tribu Charrúa.

“En el origen era tener un factor anímico para sobreponerse a los momentos adversos”, recordó al respecto el historiador y académico Gerardo Caetano.

“Lo de "la garra" como expresión de coraje obstinado para defender valores propios, bienvenido sea. Cuando, en cambio, es usado para explicar de modo simplista y dogmático los grandes triunfos deportivos, termina siendo un disvalor, porque ignora la acción inteligente y resta mérito al aporte del trabajo paciente y sacrificado”, escribió el expresidente Julio María Sanguinetti.

De allí, aquello de: “En las difíciles, rendimos más”, “los partidos siempre los ganamos de atrás” o “hasta el último minuto no se puede dar por muerto a un equipo uruguayo”, son algunas de las frases que comúnmente se utilizan en Uruguay según establece una investigación presentada por la Escuela de Negocios de la Universidad de Montevideo, relacionada con la “garra charrúa”.

Aunque se resistieron tenazmente a la colonización española, siendo el primer episodio conocido que se les atribuye, la muerte de Juan Díaz de Solís durante su expedición al Río de la Plata en 1516. Cronistas como el jesuita Pedro Lozano en Historia de la conquista del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán (publicado en 1755) acusa a los charrúas de haber matado y comido a Díaz de Solís y a sus compañeros.

El jesuita Diego de Boroa en su Carta anua, que registra los acontecimientos transcurridos en los años correspondiente a 1635-1637, fechada el 13 de agosto de 1637, expresa refiriéndose a la reducción (evangelización de los indígenas) de los charrúas como la más dificultosa, por estar apartados de las demás constituyéndose en tribus completamente bárbaras y salvajes, siendo imposible reducirlos.

Pero charrúa se conjuga en pasado, aquellos valientes sujetos de ojos pequeños, pómulos pronunciados y cabello negro solo han permanecido vigentes en la expresión popular, en un sello o marca impuesta en la psiquis de los uruguayos.

Tanto es así, que pocos conocen el horrendo fin del último Cacique Charrúa y otros indígenas que fueron denigrados, maltratados y violados en todos sus derechos como seres humanos por un gobierno democráticamente constituido en la República Oriental del Uruguay.

 

Una historia de horror.

El 4 de diciembre de 1832, el francés François de Curel solicitó autorización al presidente Fructuoso Rivera para llevar a su país (Francia) un grupo de indios, con el objeto de presentárselos al Rey de Francia Louis Philippe y con fines antropológicos.

La autorización se otorgó, en base a que los indígenas eran perjudiciales para el país por sus malos hábitos y su presunta renuencia a trabajar.

El 25 de febrero de 1833 partió un buque con rumbo a Francia con 33 personas a bordo. Entre ellas se encontraban cuatro indígenas: el Cacique Charrúa Vaimaca Perú (famoso lancero en las luchas por la independencia, del máximo héroe uruguayo, Gral. José Gervasio Artigas), el joven Tacuabé (reconocido domador de caballos), el curandero Senaqué y su compañera Guyunusa.

Los indígenas fueron trasladados a París, para ser expuestos en una residencia parisina a la curiosidad pública. La casa se situaba en el número 19 de la calle Chaussée d'Antin en el distrito 9 de París.

A partir del 13 de junio de 1833, por cinco francos el público podía ver a los “salvajes” en la residencia. Luego, la entrada debió ser rebajada a 2 francos por la falta de interés.

El negocio de François de Curel duró muy poco tiempo, según relata el doctor Paul Rivet en su libro “Les derniers Charrúas”.

Tacuabé y Guyunusa fueron cedidos a un empresario de circo que les hacía practicar los ejercicios para el espectáculo de “saltimbanqui”.

Senaqué murió el 26 de julio de 1833, cuatro días después de ser internado en un hospital, alcanzó a vivir en Francia tan solo 80 días.

El Cacique Vaimaca Perú o Pirú nació en Uruguay alrededor de 1790 y murió el 13 de setiembre de 1833 en París, víctima de debilitamiento, amargura y melancolía.

Guyunusa, dio a luz una hija de Tacuabé a la que llamó Micaela, murió el 22 de julio de 1834, en el Hospital Dieu de la ciudad de Lyon, por un agudo cuadro de tuberculosis; Tacuabé huyó luego de la muerte de Guyunusa con su hija de apenas 10 meses.

Existió en la ciudad de Lyon una calle llamada “Camino del indio”, cuenta una leyenda que por allí pasó un indio con un bebé en brazos.

Los restos del Cacique Vaimaca Perú, finalmente abandonaron el territorio francés el día 17 de julio de 2002 a las 4.30 de la mañana, hora francesa, en un vuelo de Air France, teniendo como destino el aeropuerto Internacional de Carrasco.

Francia los conservó durante 160 años, primero en el museo de Historia Natural y luego en el Museo del Hombre de París.

Hoy en día, el Cacique descansa en el Panteón Nacional del Cementerio Central de la ciudad de Montevideo.

 

LJP
Fuente: ICNDiario

 

Lunes 5 de Noviembre de 2018
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