FRANCISCO ESPÍNOLA Y EL DR. R. TALICE
LA CURIOSIDAD BICHERA, PILAR DE UNA AMISTAD (*)
A juicio del Dr. Talice su amistad con Francisco Espínola -a quien consideraba un hermano- se basaba en sustanciales afinidades tales como estudiar el comportamiento de los seres vivos y el amor a Francia, en particular por su capital. Por las breves e irregulares callecitas del Vieux París: rue des Prêtres - Saint-Séverin, rue Xavier Privas, rue de l'Estrapade, transitadas por figuras como Abelardo, Dante o Rabelais.
El vínculo se inició en especial en la Facultad de Humanidades y Ciencias, desde la fundación en 1946 en su primera ubicación en la Aduana, Juan Lindolfo Cuestas entre Piedras y Cerrito. Antes, durante y después del Decanato que el Dr. Talice ocupara entre 1959 y 1967, y muy particularmente de lunes a viernes, en los últimos diez años de vida de Espínola. Ambos convivieron también, al comienzo de la década del 60, en la Comisión para la edición de obras culturales del Banco de la República, integrada asimismo por Carlos Maggi.
Espínola fue el primer Catedrático de Análisis y Composición Literaria en Humanidades y Ciencias, cargo que desempeñó en el período 1946-1960. Desde 1951 actuó como encargado de la Revista de la Facultad. Paco frecuentaba el Depto. de Biología general y experimental que estaba bajo la orientación del Dr. Talice. El Departamento era, en los hechos, un laboratorio de Etología. Allí –al ritmo tan particular de sus dedos, entre un café y un cigarrillo- el maragato curioseaba sobre termitas, hormigas y tucu-tucus. con frecuentes observaciones agudas, teñidas de ternura, según recuerda Talice.
No en vano, el mundo animal que bien conoció Espínola en su San José natal -humanizado en los casos de fábulas y leyendas- puebla sus escritos. El rol de esas criaturas no se reduce a conformar el paisaje de los relatos. En el original comienzo de Sombras sobre la tierra, la perrita Milonga nos guía para adentrarnos en el ambiente prostibulario del que trata la novela. Ilustran también esta faceta, entre otros, Saltoncito, el inconcluso Don Juan, el Zorro -con nombres como Sargento Cimarrón, Cabo Pato, Soldado Avestruz, Trompa Tamanduá - El baile de los bichos, o el estremecedor cuento Las Ratas:
‘— ¡Destrocen, ahora! ¡Traigan pestes, ahora! — la mujer alzó la caldera.
Un chorro quemante, un solo, breve chorro, cayó sobre las ratas, cuyos lomos humearon, despeinándose, y se encogieron entre ahogados chillidos.'
Carlos Maggi señala respecto a Don Juan, el Zorro: ‘…es la historia de unos bichitos de Dios que, contados así, se hacen criaturas de Dios a imagen y semejanza de las personas; pero como, pese a todo, nunca dejan de ser el Aperiá, el Tigre, el Zorrino, el Cuervo, el Chancho o la Mulita, todo con ellos está permitido y todo se puede creer, aunque uno no tenga ante sí más que los relámpagos de una figuración imaginaria que avisa, a cada paso, que es pura figuración…'
En otros textos Espínola le atribuye un rasgo animal a un personaje: ‘Don Basualdo sacó de su buche de avestruz, chala y tabaco. Y empezó a liar un cigarro.' (Veladas del Fogón).
Guido Castillo destaca una característica saliente que, en ocasiones, muestra la fauna espinoliana: ‘La poderosa animalidad del comisario (Tigre) no es la de los animales, sino la de algunos seres humanos que han perdido el alma conservando toda su razón.‘
Esther de Cáceres, por su parte, señala en su prólogo a Raza Ciega y otros cuentos que en algunas narraciones Espínola intercala escenas con animales para aligerar una tensa narración dramática. Así, en Visita de duelo: ‘Afuera, en el patio, varios patitos marchaban a paso de infante, de uno en uno, rumbo al tajamar. El charabón, criado guacho, abarajaba en el aire las moscas, muy escasas, ya que el frío era grande, y ni basuras de bichos había por el aseo de la casa. En el ombú los pájaros entraban y salían. Daban vueltas por alrededor, tiritando y muertos de hambre...' De igual modo, en Pedro Iglesias: ‘El patio se llenaba de enfáticos gallos y de gallinas discretas que, conociéndolos muy bien, sólo les hacían caso cuando querían hijitos. Estos, caminando como con zancos detrás de las madres, se distraían constantemente, debido a lo cual muchos tendrían que aprender por experiencia que no se debe saltar sobre los cuzcos dormidos ni acercarse a los patos, que se irritan cuando los sacan de sus cavilaciones...'
Otros plumíferos -los gansos- resultaron centrales para que el ‘Padre de la Etología comparada', el naturalista vienés Konrad Lorenz, desarrollara su famoso concepto de la ‘impronta'. Este, junto al también austríaco Karl von Frisch -estudioso de la danza de las abejas- despertaron en el Dr. Talice la pasión por esa disciplina, cuando los conoció personalmente en un simposio en 1950 (Lorenz, von Frisch y el neerlandés Nikolaas Tinbergen compartieron el Premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1973). Una nueva etapa comenzaba así para quien ya a los quince años, a nivel liceal, había sentido una fuerte inclinación hacia las experiencias biológicas al leer sobre figuras como Pasteur y Cajal. Su contacto con el campo uruguayo se había iniciado sostenidamente a partir de 1921, con visitas periódicas a la Estancia sanducera ‘El Tala' sobre el Arroyo Rabón, cerca del Pueblo Porvenir, a 20 km de la capital departamental.
Aquella amistad entre hombres que provenían de muy distinto origen se consolidaba diariamente cuando, prolongando sus charlas, marchaban al mediodía desde aquella Facultad ‘aduanera' en el viejo Ford de Talice por la rambla, hacia el hogar de Espínola en la calle Solano García.
Relata Talice: ‘Cayó postrado en cama, los primeros meses del 73… Lo fui a visitar una tarde a su casa… Sobre la mesita de luz, a su derecha, allí se veía la boquilla, la bolsita de tabaco y el paquetito de chala.' En un momento de distracción ‘-con el consentimiento visual de su esposa- le sustraje aquel conjunto tabaquero y lo escondí… él no tardó -quizá por mi cara- en adivinar… Me miró fijamente…balbuceó breves palabras… algo así como que el amigo lo estaba privando de un placer…Dudé…pero era tan penetrante la imploración de sus ojos…que retiré del bolsillo lo escondido… y lo puse en sus manos… Su facies cambió. Pareció iluminarse.'
E.W.
FUENTES CONSULTADAS (*)
- Agradecemos la generosa colaboración con textos y anécdotas de la Sra. Francine Talice Lacombe.
- Talice, R.V. (1995) - 10 cuentos de ‘Paco' Espínola (Que él nunca escribió). IMM. Fundación de Etología y Mesología del Uruguay.
- Prólogo de Francisco Espínola a Cuentos, Confidencias y Confesiones de R.V. Talice, 1era edición 1969.
- Castillo, G. (1968) - Tres fragmentos de ‘Don Juan, el Zorro' de Francisco Espínola. Montevideo, Fundación de Cultura Universitaria.
- Prólogo de Esther de Cáceres a Raza Ciega y otros cuentos, de Francisco Espínola. Biblioteca Artigas, Colección de Clásicos Uruguayos, Ministerio de Instrucción Pública y Previsión Social, Montevideo, 1967.
- Maggi, C. (02/10/1968) - Paco Espínola. Vida y obra. Capítulo oriental N°26. Montevideo, CEDAL.
- López, M.A. (04/10/2001) - ‘Sombras sobre la tierra': lectura 2001. San José.