ESTHER DE CÁCERES
04/09/1903 - 03/02/1971
Nacida en una familia montevideana de clase media, hija de madre soltera, contó desde niña con el apoyo de su abuelo y de su tío, el doctor Luis Correch, que la impulsó a estudiar. Al Doctor Alfredo Cáceres, de quien tomaría el apellido, lo conoció en reuniones del Partido Socialista. Su matrimonio sería famoso por las tertulias que organizaban en su apartamento del Edificio Rex, en las que alternaban Vicente Basso Maglio, Carmelo de Arzadun, Felisberto Hernández, Amalia Nieto, Paco Espínola, Carla Witte, entre otros. Estudió en la Universidad de Mujeres, donde fue alumna de su admirada María Eugenia Vaz Ferreira, quien tuvo una importante influencia en ella. Se graduó en la Facultad de Medicina en 1929 -única mujer en su generación- profesión que ejerció en paralelo a su labor literaria. Fue docente en Secundaria, el Instituto Normal y la Facultad de Humanidades. Ocupó el cargo de Agregada de la Embajada en Washington. Estudió unos años en La Sorbona. Ingresó a la Academia Nacional de Letras en 1961, institución en la que se desempeñó como secretaria académica, dirigió la Comisión de Lexicografía y participó como Delegada a la Comisión Permanente de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) en 1968.
En tal ocasión presentó al Diccionario de la Real Academia Española 97 expresiones (vocablos y frases hechas) del Diccionario Uruguayo Documentado de la Academia Nacional, como arisquear, cuervo, mate amargo, quiniela, rodeo. Fue miembro fundacional del Taller Torres García, la Asociación Amigos de León Bloy y el Centro Jacques Maritain. En el humanismo cristiano de Maritain buscó conciliar la fe con su pensamiento juvenil de izquierda. Más tarde militó en la Unión Cívica. Además de su producción poética -iniciada con Las ínsulas extrañas en 1929, título que procede de San Juan de la Cruz-, fue conferencista y prologó un gran número de obras. Como ensayista escribió sobre Carlos Vaz Ferreira, María Eugenia Vaz Ferreira, Eduardo Dieste, Jules Supervielle, Joaquín Torres García, Osvaldo Crispo Acosta (Lauxar), y otros. Impulsora de artistas e intelectuales, se constituyó en figura señera del acontecer cultural.
Su obra poética -de más de una docena de libros en cuarenta años- muestra una unidad centrada en la espiritualidad, el misticismo, la trascendencia y los temas religiosos, ‘que huye de la vida' en sus propias palabras. Esta característica, de no focalizarse en la realidad inmediata, en la circunstancia presente, la alejó de la consideración de algunos críticos literarios posteriores. Cultivó intensamente la amistad y mantuvo una vasta correspondencia epistolar con numerosas personalidades internacionales. Luis Cluzeau Mortet musicalizó los poemas de Cruz y Éxtasis de la Pasión, que fueron grabados en 1939 con el barítono Juan Carlos Gebelin e Iris Maidana en piano. Obtuvo en tres oportunidades el Premio Nacional de Literatura, y la Medalla de Oro de Remuneración Artística en 1946. En 1971 o rganizó en el Museo Guggenheim de Nueva York una exposición de Torres García, de quien ella también se nutriera para su concepción estética. María Esther Correch falleció poco después en Galicia, en la casa de su amigo Rafael Dieste.