Emir Rodríguez Monegal ***

(Melo, Cerro Largo, 1921 - New Haven, Estados Unidos, 1985).

Crítico y ensayista literario. Creció en el ambiente intelectual de su familia materna en la que se destacaron su abuelo Cándido y sus tíos Casiano y José Monegal (periodistas y escritores), pero quienes ejercieron influencias perdurables sobre él fueron su madre, sus tías y sobre todo su decisiva tía abuela Cleta Sorondo, más conocida como Piqueca, soltera y maestra jubilada, quien lo sobreprotegió y formó desde el temprano traslado a Montevideo, contribuyendo de manera importante en su precoz inclinación por la literatura. Profesor por concurso de oposición y méritos en Enseñanza Secundaria, dictó clases en el Instituto Alfredo Vázquez Acevedo (IAVA) y tuvo a su cargo la cátedra de literatura inglesa en el Instituto de Profesores Artigas. Intenso lector desde niño, comenzó a colaborar hacia 1942 en Cine Radio Actualidad y al año siguiente en Marcha de cuya sección literaria estuvo a cargo entre 1945 y 1957, salvo algunas breves interrupciones. Según su más notorio y perseverante adversario, Ángel Rama, en ese período a Rodríguez Monegal “le correspondió la incorporación de escritores internacionales -su conocido anglicismo-, el apoyo a la difusión de (Jorge Luis) Borges y en general del movimiento renovador de Sur, de la lucha contra la mediocridad de la vida literaria nacional y la proposición de valores del pasado, todo dentro de una muy específica y restricta apreciación de la literatura que lo emparentó al literato puro”. Para Carlos Real de Azúa fue “el más importante de nuestros jueces culturales” desde que Alberto Zum Felde dejara de ejercer la crítica; y entre los rasgos de su labor subrayó “la pasión por la lucidez”, “el rigor judicativo, la reverencia por los valores de perfección estructural y formal y por la riqueza imaginativa, el desdén por la trivialidad testimonial, el emotivismo, el regionalismo, la inflación expresiva, el desprecio por la literatura protegida, oficial”. En su enfoque crítico repercutió el modelo de Jorge Luis Borges y asimismo tuvo en cuenta los criterios del inglés Frank Raymond Levis (a cuyas clases asistió en su primer viaje a Gran Bretaña). En una temprana conferencia sobre Aspectos de la novela del siglo XX (1946) -convertida en su primera publicación independiente- puso de manifiesto un marcado interés por la producción novelística contemporánea de alcance universal, lo que habría de proyectarse durante su labor crítica en la prensa periódica. A él se debe el bautismo de la generación del 45, de la que formó parte, pero no solo eso porque, como observó Rubén Cotelo, además del nombre también le dio propósitos y a la vez “amonestó, juzgó, guió, formó y controló de cerca y de lejos”. Entre 1948 y 1950 se desempeñó como investigador en el Instituto Nacional de Investigaciones y Archivos Literarios que dirigía desde su creación Roberto Ibáñez, con quien llegó a tener importantes desavenencias. Codirector de la revista Número, sus artículos y ensayos aparecieron asimismo en las revistas uruguayas Clinamen y Escritura, en las argentinas Anales de Buenos Aires, Sur y Ficción, y en la mexicana Cuadernos Americanos, entre otras. A esta etapa de su producción corresponde un trabajo que produjo impacto y fue discutido en la otra orilla del Río de la Plata: El juicio de los parricidas: la nueva generación argentina y sus maestros (1956). Estuvo becado en Cambridge (1950-1951), Santiago de Chile (1953-1954), Londres (1957-1960) y Nueva York (1962). Su interés por el cine se refleja en sus colaboraciones en Film (1952-1955) y en el volumen recopilador Ingmar Bergman. Un dramaturgo cinematográfico (con Homero Alsina Thevenet, 1964). En El País escribió también sobre cine, teatro y literatura en la década de 1960. poco antes había ejercido la crítica literaria en Reporter (1961-1962). Polemista reincidente, se vio involucrado en controversias en las que discutieron con él, entre otros, además de Ángel Rama, Eugenio Coseriu, Celia Mieres, Ricardo Paseyro (que publicó la feroz Carta a un Emir abofeteado).

Prologuista de varios volúmenes de la Colección de Clásicos Uruguayos (Biblioteca Artigas), estudió en profundidad las obras de Horacio Quiroga (Objetividad de Horacio Quiroga, 1950; Las raíces de Horacio Quiroga, 1961; Genio y figura de Horacio Quiroga, 1967; El desterrado. Vida y obra de Horacio Quiroga, 1968), Eduardo Acevedo Díaz (Eduardo Acevedo Díaz: dos versiones de un tema, 1963; Vínculo de sangre, 1966), Delmira Agustini y Roberto de las Carreras (Sexo y poesía en el 900 uruguayo, 1969), Juan Carlos Onetti (Onetti o el descubrimiento de la ciudad, 1968). Tuvo a su cargo la edición de las obras completas de José Enrique Rodó y Onetti en Aguilar y completó una visión ordenada sobre la producción literaria del país, contemporánea a su labor como crítico, en Literatura uruguaya del medio siglo (1966). Las letras latinoamericanas concitaron también su atención de lo que dan cuenta títulos como Narradores de esta América (1962, con otra edición ampliada en dos volúmenes: 1969/1974), El boom de la novela hispanoamericana (1972) y El arte de narrar (entrevistas, 1968), Biógrafo literario de Pablo Neruda (El viajero inmóvil. Introducción a Pablo Neruda, 1966), Andrés Bello (El otro Andrés Bello, 1969), Borges (Jorge Luis Borges, A literary biography, 1978, traducido al español por Alsina Thevenet: Borges: una biografía literaria, 1987). Su dominio de la lengua inglesa lo llevó a traducir obras de T.S. Eliot, Shakespeare (con Idea Vilariño), George Orwell, William Faulkner y Ernest Hemingway.

En 1966 viajó a París para dirigir la controvertida revista Mundo Nuevo, de excepcional nivel, auspiciada por el Congreso por la Libertad de la Cultura y promovida y financiada por la Fundación Ford y, según se denunció más tarde, por la propia CIA estadounidense, lo que dio lugar a su renuncia. Tras un regreso fugaz a Uruguay, viajó en 1968 a Estados Unidos donde fue contratado para enseñar literatura latinoamericana en la prestigiosa Universidad de Yale. Desde esa cátedra ejerció un efectivo magisterio académico hasta su muerte. Durante la última década y media de vida colaboró en revistas norteamericanas (Facetas, Revista Iberoamericana, Fiction, Review 74, Diacritics, etc.) y latinoamericanas (Eco, Plural, Revista de la Universidad de México, Vuelta, entre varias) y hacia sus últimos años en las uruguayas Maldoror y Jaque. Sus trabajos postreros incluyeron a Isidore Ducasse (póstuma fue la edición de Lautréamont austral, con Leyla Perrone Moisés, 1995) y una antología de la literatura de la colonia Noticias secretas y públicas de América (1984). Enfermo de cáncer, regresó a Montevideo, donde dictó una conferencia en la Biblioteca Nacional y fue objeto de diversos homenajes. Falleció pocos días después de su regreso a Yale. Llegó a terminar el primer tomo de una serie autobiográfica: Las formas de la memoria, Los magos (1989). Su archivo personal (correspondencia, manuscritos, grabaciones, etc.) se conserva en la Universidad de Princeton (Estados Unidos). Homero Alsina Thevenet y Pablo Rocca recopilaron, ordenaron y anotaron una selección de sus artículos en La obra crítica de Emir Rodríguez Monegal. Uruguay y sus letras, del novecientos a la generación del 45 (volumen I, 1993). Bajo el título Obra selecta, apareció un volumen con prólogo de Lisa Block de Behar en la Biblioteca Ayacucho (2003). En www.archivodeprensa.edu.uy, la misma Block de Behar le dedicó una página electrónica, la que después fue incorporada al portal Anáforas de la Facultad de Información y Comunicación (Universidad de la República). También tuvo a su cargo la edición de Ensayo y memoria (Biblioteca Artigas, Colección de Clásicos Uruguayos, vol. 211, 2019).

 

*** Esta reseña fue elaborada originalmente por el académico Wilfredo Penco con destino a La Enciclopedia de El País dirigida por Miguel Arregui (Montevideo, 2011, Tomo 15, pp. 1908-1909). Se publica ahora actualizada, al celebrarse el centenario del nacimiento del escritor.

 

 

Miércoles 28 de Julio de 2021
Ministerio de Educación y Cultura