Voces en la cuarentena: Una Pascua erótica.
Pascua, la palabra Pascua viene del hebreo: Pesaj.
Pesaj, Pascua, es pasaje, es salida, es «salto», pasar de un estado a otro.
El pueblo judío se liberó de la esclavitud en Egipto, «saltó» a otro estado de cosas.
En la tradición cristiana por su parte se produce el pasaje de Jesús, a través del sacrificio, a una vida plena. Y eso ocurre en Pesaj.
La Pascua es entonces tránsito, pasaje, victoria sobre la esclavitud y el confinamiento, sobre la adversidad humana, sobre las dificultades triviales o cruciales de cada día y, de un modo que suena algo más patético y luctuoso, pero que podría a ser pleno, también un pasaje sobre la muerte, más allá de la muerte.
Pero ese pasaje que es la Pascua suele identificarse con el sacrificio, se ha pensado así durante siglos, y la tradición religiosa judeo cristiana ha insistido mucho en eso hasta el punto de eclipsar algo elemental y sencillo, pero clave para la existencia de cualquiera de nosotros: el goce.
Un pasaje por un período especial, un avanzar por un lapso de confinamiento o de cierta inmovilidad, no tiene porqué exiliar el goce. La mejor Pascua, el mejor Pesaj, se transita con alegría.
Cada ser humano pertenece a una tradición cultural, filosófica y religiosa, e interpreta el mundo desde esa pertenencia. Lo decía, entre otros, el filósofo Gadamer, discípulo claro del más difícil Heidegger. Pero el uso social y el uso individual de la tradición siempre ofrece al menos dos vías: por un lado la del temor y la reverencia, la del gesto rígido del mármol o la piedra, y por otro lado la de la reutilización para el hoy vital y respirante, la del empleo fecundo en la vida de cada día.
Jaime Roos lo decía en una célebre canción que había titulado antes de finalizar el siglo pasado “Los futuros murguistas”.
Allí dice:
“Hay tradiciones que estás más muertas que un faraón
Hay quien baila el pericón, quien pide que le den la comunión.
Hay otras vivas en las esquinas de la ciudad
Los botijas las aprenden aunque los quieran parar”.
Esta Pascua, este Pesaj, puede ser una tradición que esté más muerta que un faraón, o puede ser por otro lado una de esas celebraciones que tan vitales, tan enérgicas, tan positivas, que los botijas las aprenden con gusto.
Insistamos en el placer, en la alegría de este pasaje, de este tránsito, de este salto hacia un estado colectivo mejor, luminoso.
En el Pesaj, en la Pascua, también se danza, también se canta, también se hace el amor. La Pascua, el Pesaj, son para gozar.
Y para cantar, para danzar, para hacer el amor qué mejor que estar en casa.
***
Rafael Courtoisie (1958) es ensayista, académico, autor de varias novelas y traductor.
Fuente: En Perspectiva