Ir al contenido

Noticias 2022

Hugo Burel habla de "Plan de invasión", la novela que cierra la trilogía de Guido Santini
Jueves 1 de diciembre de 2022

Hugo Burel habla de "Plan de invasión", la novela que cierra la trilogía de Guido Santini

La nueva novela de Hugo Burel se inspira en el "Plan Fuhrmann", una plan de invasión nazi a Uruguay, para edificar la historia que cierra la trilogía de Guido Santini.

 

 

RODRIGO GUERRA
30 de noviembre
El País/Uruguay

 

Guido Santini está acorralado. El improbable detective ítalo-uruguayo volvió a Nueva York dispuesto a abandonar, una vez más, la profesión que nunca buscó. Acaba de llegar desde Río de Janeiro, donde fue enviado para proteger al cineasta Orson Welles en la filmación de un documental que prometía capturar el espíritu del Carnaval de Río. Sin embargo, la historia era mucho más entreverada: en realidad, se trataba de un proyecto de Nelson Rockefeller para apoyar la política de acercamiento con las naciones del sur promovida por el gobierno estadounidense.

Pero Santini, un amante del whisky Canadian Club que hizo de la intuición su mejor herramienta, se llevó una sorpresa. Sin buscarlo, terminó envuelto en una intrincada misión en la que debía desarticular a un grupo de simpatizantes nazis encabezados por el empresario Claudio Carvalho que buscaban controlar una mina de uranio al norte de Brasil para ensamblar una bomba atómica. Ese aventura, que estaba en el centro de La misión Rockefeller (2021), marca el inicio de Plan de invasión, la flamante nueva novela de Hugo Burel.

Es 1942 y, como ya se dijo, el detective está dispuesto a abandonar su profesión. Recuperó su trabajo en la cadena Bloomingdale's y se aferra a la idea de un nuevo comienzo. Pero la irrupción de John Bendix, un agente del FBI, arruina todo. Lo extorsiona para que viaje a Argentina y siga de cerca las actividades de Carvalho, que ahora se radicó en Buenos Aires para tratar de conseguir uranio argentino. Vive allí con su esposa, Miranda White, con quien Santini tuvo un fugaz pero indeleble romance. “Bendix fue claro y directo: si no aceptaba lo que estaba proponiéndome iba a presionarme de la peor manera, lo que incluía a mi familia de Brooklyn y a mi propio hijo Junior en Chicago”, narra.

Resignado, acepta sin saber en qué se está metiendo. Hasta que, una vez más, el destino le cambia los planes. A último momento le anuncian que debe partir hacia Montevideo, la ciudad que había visitado en 1933 para El caso Bonapelch, la primera entrega de esta trilogía. Lo espera una misión aún más complicada. La policía descubrió, en manos de un ciudadano alemán llamado Arnulf Fuhrmann, un extraño plan de invasión nazi a Uruguay al que le faltaban 30 páginas. Es, justamente, Santini el encargado de encontrar el material perdido.

Sobre esa imposición se alimenta la trama de Plan de invasión, la adictiva nueva novela de Burel. Sin embargo, ese apenas uno de los desafíos que definen el final de esta historia. Sin darse cuenta, Santini se encuentra envuelto en una sórdida conspiración que busca, con el plan de invasión nazi como chivo expiatorio, retomar el diálogo sobre la instalación de bases estadounidenses en Uruguay. De ser así, sería la revancha de una propuesta que había sido rechazada dos años atrás por la mayoría del Parlamento.

Plan de invasión  (Alfagura, 750 pesos), que cierra la trilogía protagonizada por Guido Santini, se lee de manera vertiginosa mientras ofrece una interesante mirada sobre la vida sociopolítica de Uruguay a inicios de la década de 1940.

 

Sobre su nueva novela, Burel dialogó con El País

—Al igual que en La misión Rockefeller, en Plan de invasión Guido Santini descubre los intereses ocultos de un Estado. En este caso, el de Estados Unidos por retomar el diálogo de las bases militares. ¿Cómo surgió tu interés?

—El tema de las bases y del Plan Fuhrmann me interesaba mucho. Había leído el libro El año del León, de Antonio Mercader, que analiza ambos temas. Al respecto del Plan Fuhrmann, si ves la prensa de la época parecía un poco disparatado lo que proponía; incluso Mercader lo descalifica bastante en su libro. Pero pensando un poco más en eso, pensé que el interés de instalar las bases norteamericanas no podía morir simplemente porque fuera rechazado por el Parlamento. Especulé que eso siguió latiendo y que, de alguna forma, Estados Unidos trató de reflotar el asunto. Gran Bretaña, por su parte, conspiró con gran habilidad contra la instalación de las bases en Uruguay porque no le convenía desde el punto de vista estratégico.

—¿Esa es una especulación?

—Si bien esto es muy especulativo, yo lo manejo desde el punto de vista de los hechos; incluso accedí a la sentencia de condena de los implicados alemanes del Plan Fuhrmann que tiene varias consideraciones ideológicas para formularse. Eso habla de una época no tan lejana en la que, antes del hundimiento del Graf Spee, el nazismo incidía en Uruguay: había un partido nacional socialista funcionando con cuadros con directivos que obedecían a Alemania. Además, había organizaciones, empresas y centros culturales que hacían de la influencia alemana algo importante. La represa del Rincón del Bonete, por ejemplo, estaba siendo construida por un consorcio alemán. Todo eso me parecía interesantísimo para que Guido Santini, o sea la parte ficcional de la novela, operase sin alterar los hechos.

—Santini es un hombre intuitivo que suele ir en contra de todas las prácticas que definen a una clásica novela de detectives. ¿Cómo nació ese enfoque?

—Surge del cliché de lo que puede ser un detective privado. En la primera novela, no me parecía creíble presentar a un detective uruguayo que investigue el Caso Bonapelch, entonces me pareció mucho más factible que alguien de otro contexto, como puede ser un neoyoquino, viniera a hacer ese trabajo. La casualidad era que Guido había nacido en Uruguay, y aunque había emigrado, sabía hablar español. Entonces lo mandan a Montevideo un poco por descarte. Para ir en contra del arquetipo de lo que la gente puede imaginar de un detective privado, quise que no sea un infalible ni que tuviera los recursos de un genuino sabueso. Es alguien que se maneja por intuición e inteligencia que no está preparado para lo que hace pero que igual lo hace. Esa actitud, la de no subirme a lo obvio, me parece honesta y ha sido destacada por el crítico italiano Giuseppe Gatti que destacó a El Caso Bonapelch como un neo policial latinoamericano que rompe con la tradición. De cualquier manera, es algo que hice sin un plan preestablecido ni una estrategia: el personaje es quien guía al autor.

—El acierto de esta trilogía es la unión entre el relato de una novela policial y tu interés por profundizar en el contexto sociopolítico que rodea a Santini. ¿Qué valor le das a esa mirada?

—Me parece más atractivo meter al personaje en los intersticios de un contexto ya existente que jugar en el territorio exclusivo de la ficción. Si hay una época y un lugar determinado en el que hay cosas que no podés ignorar, la historia es mucho más creíble. Todas las novelas de James Ellroy tienen un referente real y él construye ficción sobre la política de determinado año. Esa mirada es muy interesante porque te permite reconstruir una época y hace de la historia algo más potente.

 

 

Fuente: Diario El País/Uruguay

 

 

Hugo Burel habla de

 
Ministerio de Educación y Cultura