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Delmira Agustini

Delmira Agustini


DELMIRA AGUSTINI

24/10/1886 - 06/07/1914 (*)


Nace en Montevideo en una familia acomodada; su padre fue uno de los fundadores de la Bolsa de Comercio de Montevideo. Ya a los cinco años Delmira dicta sus primeros versos a su progenitor, quien regularmente pasará en limpio sus versos. Cursa enseñanza primaria en el Colegio de las Hermanas del Huerto. El resto del aprendizaje se dará en su hogar, con una madre que habría sido de carácter autoritario y absorbente. Estudia francés, música y pintura con maestros particulares. En 1898 escribe sus primeras composiciones a la profesora de piano. Ya desde 1902 sus poemas aparecen en revistas, como La Alborada, Rojo y Blanco y La Petite Revue. En esta última se publica un juicio laudatorio sobre Delmira, con poemas traducidos al francés. Ante su libro inaugural, El libro blanco (1907), Vaz Ferreira expresa admiración. Publica Cantos de la mañana (1910), elogiado por Unamuno: ‘Ha ahondado en la forma, del ropaje pasó a la encarnadura'. En gira por América, Ruben Darío visita a Delmira durante su estadía en Montevideo y escribe una página que servirá de pórtico a la edición de Los Cálices Vacíos (1913). El vínculo con el poeta nicaragüense se extenderá a través de algunas cartas. A los 23 años conoce a su futuro marido Enrique Job Reyes, rematador de ganado. Antes de casarse transcurren cinco años de tranquilo noviazgo, durante los cuales ‘La Nena' –apodo familiar- le envía cartas con lenguaje infantil. Se ha descubierto que Delmira tenía una casilla de correo para recibir la correspondencia secreta. En 1913, a menos de dos meses de su boda, se separa. Para la demanda de divorcio la asiste el abogado Carlos Oneto y Viana, quien había presentado el proyecto de ley aprobado en 1907, y ampliado a la sola voluntad de la mujer en 1913. Mientras dura el trámite ambos se encuentran secretamente en una habitación alquilada por Reyes en la calle Andes 1126. En ese lugar, apenas finalizado el divorcio, Reyes mata a Delmira –de 27 años- de dos balazos en la cabeza y se suicida. Su padre anota en su libreta de apuntes: ‘Dia fatal de La Nena'. Los diarios de la época presentan amplias crónicas policiales, con abundantes fotos de la tragedia; en El Día , la escribe el joven Carlos Sabat Ercasty. Nacía así un mito, ampliamente expandido en variadas expresiones artísticas, como en la novela La mujer inmolada de Vicente Salaverri escrita poco después de su muerte. Por otra parte, ha quedado el testimonio de su amor por el escritor y político socialista argentino Manuel Ugarte –testigo de su boda, al igual que Zorrilla de San Martín y Vaz Ferreira-, y que provocara, según arriesga Idea Vilariño, alguno de sus grandes poemas. Muchos aspectos de su vida permanecen como enigmas; entre otros, su salud y un eventual intento de suicidio.

La obra de esta i ntegrante de la Generación del 900, si bien está enmarcada en el período del modernismo, excede en sus alcances a dicha corriente. El encendido erotismo de su poesía es asumido desde una perspectiva femenina. Esa estética transgresora del tema sexual –que en alguno de sus versos le asigna un carácter sacro al deseo- se presenta a la par del hombre en el juego erótico, en medio de una sociedad patriarcal. Emir Rodríguez Monegal califica a Delmira de pitonisa en celo, hembra ardida, obsesa sexual, y en ella reconoce el primer grito hondo de la sexualidad poética femenina en la América hispana. Juan Parra del Riego llega a ver una personalidad mística: “La originalidad de Delmira fue buscar el espíritu por el camino de la carne.” Es extenso el número de sus grandes poemas, entre los cuales se suelen citar: Lo inefable, Mis amores, Visión, Plegaria, Íntima, y tantos otros.

La primera edición póstuma de sus Obras completas consta de dos tomos: El rosario de Eros y Los astros del abismo (1924).

El primer libro biográfico y de análisis literario sobre Agustini es de 1944, y está basado en la documentación hallada por Ofelia Machado.

En 1963 la revista Siete Poetas Hispanoamericanos (fundada por Nancy Bacelo) hace una edición popular de Los Cálices Vacíos que se vende en las calles, agotándose rápidamente.

El ensayo de Clara Silva Genio y figura de Delmira Agustini, editado en Buenos Aires (1968), incluye los recuerdos de su muy cercano amigo, André Giot de Badet, quien había contribuido a su formación intelectual.

Fue la primera mujer en ser trasladada al Panteón Nacional (1992); habían pasado 130 años del primer enterramiento en esa cripta. En 2014, a los cien años de su muerte, recibe un homenaje en el “Día Internacional de la mujer”. La Biblioteca Nacional custodia la Colección Delmira Agustini. Una de las salas del Teatro Solís lleva su nombre. El Sillón Delmira Agustini es uno de los diecinueve sillones académicos de la Academia Nacional de Letras del Uruguay, que actualmente ocupa el Académico Adolfo Elizaincín. La “Medalla Delmira Agustini” es una distinción creada por ley en 2013, con la que el Ministerio de Educación y Cultura homenajea a quienes han contribuido de modo excepcional a la cultura y las artes. 

 

(*) FUENTES CONSULTADAS:

•  Nuevo Diccionario de Literatura Uruguaya 2001 Editorial Banda Oriental- Alberto Oreggioni.

•  Suplemento Literatura Uruguaya 4 – Diario La Mañana (1989), por Roberto Bula Píriz.

•  El Desván del Novecientos – Mujeres Solas Delmira Agustini, María Eugenia Vaz Ferreira. Ediciones Del Caballo Perdido. Carina Blixen (2002).

•  Cartas de amor Delmira Agustini - Cal y Canto Biblioteca Nacional. Ana Inés Larre Borges (2006).

•  Delmira Agustini o la conciencia del abismo –Martha Canfield– Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/delmira-agustini-o-la-conciencia-del-abismo/html/eed162bd-3e4f-4f69-9bda-94504557c0f2_2.html

•  Delmira Agustini Poesías completas -Alejandro Cáceres- Edición del Centenario - Ediciones De La Plaza.

 

Ministerio de Educación y Cultura