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Junto a académicos, personal, colaboradores y amigos Ida Vitale (Premio Cervantes 2018) celebró el 12 de diciembre el cierre del año académico en la ANL.
Ac. Ricardo Pallares en un momento de su intervención
Dibujo original del escultor y pintor Gonzalo Fonseca
Ida Vitale, Premio Cervantes 2018
Ricardo Pallares
Sesión del 12/12/2018
Academia Nacional de Letras de
Uruguay
Si de algo sirve señalar su membresía en la “generación del 45” uruguaya es para hacer evidente que acarrea una amplia perspectiva, desde la cuarta década del siglo pasado y lo que va del XXI con sus incertidumbres y retrocesos. Parece que tal perspectiva es suficiente razón para leer y apreciar en su obra hallazgos expresivos y poner en relieve algunos conceptos sobre poesía.
El lenguaje en la poesía de Ida Vitale tiene la necesaria figuración, sin llegar a la autonomía y sin desmerecer sus funciones comunicativa y creadora ya que aparecen en una voz que participa de la ficcionalidad.
Desde el principio se aprecia en su obra un rigor léxico que no es obstáculo para el desarrollo de la ideación creadora ni para la oportunidad insustituible de la metáfora. Pero con él cierra el paso a la confesión flagrante, siempre difícil y comprometedora, especialmente la que viene desde el romanticismo con variaciones y emboscadas.
Leemos en el comienzo del poema “Este mundo” del libro Cada uno en su Noche, de 1960:
Sólo acepto este mundo iluminado
cierto, inconstante, mío.
Sólo exalto su eterno laberinto
y su segura luz, aunque se esconda.
Despierta o entre sueños,
su grave tierra piso
y es su paciencia en mí
la que florece.
Creemos que el pasaje transcrito confirma con su intensa circulación conceptual una situación de soledad sustantiva (sólo acepto este mundo), una actitud despojada, sin tú y sin trascendencia religiosa o similar. El poema alude a un mundo que es incognoscible, que tiene un eterno laberinto, una razón o luz segura pero escondida, un mundo por el que andamos sin saber bien si despiertos o dormidos.
Las superficies y tramas textuales en la obra de Ida Vitale afirman ideas y asociaciones con rasgos de carácter racional que a veces remiten al propio acto de la enunciación, otras al movimiento del psiquismo, a los contenidos de la conciencia, propia de un discurso poético en el que el hablante está atento a su producción.
En esta poesía la conciencia parece ser un plano o dimensión de la vida en la que se espeja el tránsito del ser y acarrea grandes asuntos. Entre estos asuntos está el de la identidad humana, el tiempo y algunos otros tópicos líricos entre los que se incluye la grandeza y la nimiedad de lo cotidiano.
Esta configuración del rigor como rasgo necesario y casi como disciplina genera y afirma -como ya se dijo- una forma de la soledad y de sus alrededores. Se trataría de una soledad expresada y asumida sin dolor, sin crisis existencial, sin conceder al lenguaje la posibilidad de la contaminación subjetiva peculiar con la que lo egoico somete a veces al sujeto poético.
Las exigencias de las que hablamos también están en su obra crítica y ensayística donde se imponen la precisión y la evidencia, aportadas por las fuentes documentales y los antecedentes estético-literarios propios de la investigación y la construcción de conocimiento.
El conocimiento del que se trata en esta obra es en un sentido poético-metafísico más que epistémico y discursivo. Está de por sí en la expresión rigurosa y parca del verso; da cuenta de las verdades más que de las palabras que las nombran.
En la composición “El puente”, del mismo libro mencionado, el título dice la metáfora del conocimiento a la manera de un nexo o conexión, vinculante y sustancial, necesario para los esclarecimientos aunque ellos resulten inefables:
La muerte es la menor
distancia entre los sueños,
el cálculo más breve,
el gesto sin torpeza.
Los amantes que cierran
las puertas como noches
para doblar su vida,
lo saben, mientras hunden
en la espuma del gozo
apenas pensamiento,
terror apenas dicho.
Lo saben pero piden
seguidamente treguas
para cavar sus túneles
entre sordas memorias.
En tanto, el puente aguarda
de luz a luz tendido,
pacientemente fácil,
su paso de fantasmas.
Este puente tendido de luz a luz espera el paso de los fantasmas de los amantes del poema a modo de relevo de su ser. Desde el presente de la enunciación, también parecen ser un sueño en el que se manifiesta la temporalidad pues En tanto el puente aguarda.
En nuestra opinión el conocimiento en esta poesía no es un medio para la trascendencia, es trascendencia él mismo. Es luz sin sombra que lleva a otro sitio.
Por ello no compartiremos la idea de que la poesía no necesita ideología para ser y configurarse como forma comunicante y comunicadora en tanto prerrogativa del arte. Si no tiene ideología es porque implícitamente la posee. La poesía no es olímpica, ni en el mito. No es contingencia, pero sin tenerla infiltrada no anida en la letra.
En el inconcebible universo, según la expresión de J. L. Borges, no es necesario ni disculpable que los hombres agreguemos muerte, inequidades y dominación con modos, formas y cantidades que es difícil concebir siquiera imaginariamente.
Es muy probable que en la patria del idioma de Cervantes los puentes de Ida Vitale nos esperen para la aventura renovada del cruce más allá de nosotros mismos y de nuestro mundo insostenible, para humanizarlo.
Mientras tanto, saludo fraterno y celebración para la poeta Ida Vitale premiada en memoria de Don Miguel quien escribió como ninguno.