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Académicos coinciden al afirmar que complejiza, es malo, no es positivo.
CARLOS REYES
Lunes, 10 Diciembre 2018
Escenario. Según Adolfo Elizaicin, los estudios académicos de lingüística y el llamado “lenguaje inclusivo” son dos mundos paralelos. Foto: Darwin Borrelli
La Real Academia Española se pronunció la semana pasada, una vez más, en contra del “lenguaje inclusivo”, argumentando que “el problema es confundir la gramática con el machismo”. Y no se podrá acusar a la gran institución de la lengua española de anticuada, dado que a la vez dio luz verde a “yutubero”, “guasap” y hasta “tqm”, es decir, te quiero mucho.
El País entrevistó a algunos miembros de la Academia Nacional de Letras, para saber qué posición tiene la filial uruguaya sobre el tema. Y si bien la institución local de la lengua no se ha pronunciado públicamente al respecto, por unanimidad rechaza de plano tanto eso de ‘vecinos y vecinas' como el todavía más extravagante “todes”.
El tema fue tratado por la Academia Nacional de Letras, y fue rechazado de lleno. La Academia, sin embargo, no ha hecho una pronunciación formal al respecto. Al ser consultado por esa falta de pronunciamiento, Adolfo Elizaincín explica con humor: “Sería como salir a afirmar que si pongo dos hidrógenos y un oxígeno, sale agua. No tiene sentido salir a dar esa explicación”.
Y agrega: “Excepto que alguien nos pregunte oficialmente, desde un Ministerio, o desde otro lugar, a ver cuál es la opinión de la Academia sobre eso, para dejar de hacer esa tontería de los manuales de cuestión inclusiva que hay en algunos Ministerios, me parece. No hemos sido consultados por ningún organismo oficial, que yo sepa. Por lo menos, en el plenario, donde nos reunimos todos, nunca se habló de eso”.
“El llamado lenguaje inclusivo, de positivo no tiene nada, y de negativo, todo. Lo peor que le veo es la deformación de una lengua. En la Academia Nacional de Letras lo hemos conversado, y estamos de acuerdo con la Academia de la Lengua Española, en que el lenguaje inclusivo es malo, no es positivo. No le agrega nada a la lengua. Al contrario, le quita. Decir niños y niñas, es un pleonasmo”, dice Jorge Arbeleche, en referencia a la figura retórica que consiste en añadir enfáticamente más palabras de las necesarias para su comprensión. Ejemplo clásico de pleonasmo es subir arriba.
También Wilfredo Penco fue categórico. “Una cosa son las intenciones, que pueden ser muy buenas y compartibles en cuanto aspirar a que la sociedad no discrimine y alcance la equidad en todos los planos posibles, incluido el lenguaje como reflejo de esos valores de convivencia. Y otra es pretender o imponer que la lengua encubra, disimule o disfrace los problemas de orden ético o de otro orden que una estructura social incluye en su base: casi como si la solución fuera barrer bajo la alfombra”.
“El llamado lenguaje inclusivo es un invento: no existe desde el punto de vista científico. Vos estás hablando con alguien que se dedica profesionalmente al lenguaje. Yo soy lingüista de formación. Y hablo desde ese lugar”, sostiene Elizaincín. Y reafirma: “A favor no tiene nada. Siempre hablando desde mi lugar, como se dice, desde la gramática de la lengua, desde la estructura formal de las lenguas, en este caso el español. Nada, al contrario: complejiza. Es alguien queriéndose meter, entrometerse, en un sistema que tiene sus propias reglas, su propio funcionamiento. Ese intento de intervenir en el lenguaje, desde ese punto de vista, no es correcto”.
También los académicos coinciden en que detrás del llamado lenguaje inclusivo hay más. Consultado Elizaincín sobre si toda esta movida del todes responde a una ideología, responde: “Yo creo que sí. Es político, pero no político partidario. Político en un sentido amplio. En tanto al hombre político que somos todos. Sí, hay esta ideología mal llamada de género. Otro disparate: llamar género al sexo. Género es lo mismo que decir tipo, clase, eso es un género. No es obligatoriamente género sinónimo de sexo. También ahí se tergiversó todo. Se hizo una ensalada”.
Pero el lingüista señala que hay dos mundos que en eso no es tocan. “Yo creo que sí, que ese tipo de ideología, de género, entre comillas, son quienes llevan adelante esta especie de campaña. Y todo lo que digamos los que nos ocupamos de estas cosas, no importa. Son dos mundos paralelos. No se escuchan unos a otros. No importa lo que Noam Chomski diga al respecto, si dijo algo alguna vez”, sintetiza con un dejo de ironía Elizaincín. Y agrega: “Vecinos y vecinas, esa pavada. La verdad que me enoja un poquito esa tontería”.
Tres opiniones categóricas
Wilfredo Penco - ensayista y académico
“Toda militancia supone una ideología y puede llegar a constituirse en grupo de presión. Eso no me parece mal. Lo que resulta inadecuado es el método cortoplacista que elige, contrario a la historia que nos muestra el desarrollo natural de la lengua que, por lo demás, pese a ser un instrumento flexible, no se deja fácilmente encorsetar. Seguramente, buenas intenciones pero con propuestas que parecen inviables, destinadas al fracaso”.
Adolfo Elizaincín - lingüista y académico
“¿Para qué el Estado tiene Academias. La de Letras, la de Ciencias, la de Ingeniería, la de Medicina. Y todas esas las banca el presupuesto nacional. Creo que, empezando por el Estado, sí deberíamos ser consultados más en la Academia Nacional de Letras. Sobre todo cuando se trata de enseñanza de la lengua, O directamente, deberíamos ser consultados. Pero que sucede que todo el mundo piensa que todos sabemos hablar”.
Jorge Arbeleche - poeta y académico
“La lengua es libertad, el lenguaje es libertad. El que quiera decir “haiga” que lo diga. Porque en un momento se dijo. Y en un momento se podría volver a decir. Pero eso de cambiar otras por otres, me parece ridículo. Creo que tratan de imponer una ideología falsa. Porque el lenguaje no es sexista. El lenguaje puede ser por género, pero no por sexo. Lo digo a nivel personal, aunque por lo que sé, creo que todas las Academias están alineadas en eso”.
Fuente: Diario el País/Uruguay